La importancia de los terceros lugares en nuestra sociedad
En nuestra vida cotidiana nos movemos entre distintos lugares: nuestras casas, lugares de trabajo, cafés locales, parques, etc. Cada uno de estos lugares tiene una función distinta y crea una experiencia única. Ray Oldenburg, sociólogo, conceptualizó estas funciones en su teoría del tercer lugar, designando nuestros hogares como el primer lugar, nuestros lugares de trabajo como el segundo, y todos los demás espacios comunes donde socializamos y construimos comunidad como el tercer lugar. Se trata de lugares acogedores y neutrales que albergan reuniones periódicas, voluntarias e informales. Estos terceros lugares son fundamentales para el desarrollo de la vida social y el sentido de comunidad ya que fomentan la interacción, el intercambio de ideas y la construcción de relaciones entre las personas.
Desde una perspectiva contemporánea, los terceros lugares se consideran esenciales para fomentar las conexiones sociales y crear comunidad en un mundo cada vez más fragmentado y digital. Ofrecen soluciones a varios problemas modernos, como el aislamiento social, la falta de comunidad y el deseo de interacciones sociales más satisfactorias más allá del ámbito del trabajo o del hogar.
Diferentes perspectivas
Perspectiva sociológica
Desde un punto de vista sociológico, los terceros lugares sirven de escenarios para la igualdad social, facilitando interacciones que trascienden las jerarquías socioeconómicas. Funcionan como plataformas para la participación cívica; promueven el compromiso democrático y ofrecen espacios para que interactúen diversos grupos sociales, fomentando así la cohesión social.
Perspectivas urbanas y arquitectónicas
Desde el punto de vista urbanístico, los terceros lugares contribuyen a la vitalidad e identidad de una ciudad. Sirven como nodos de interacción social y mejoran la habitabilidad y el atractivo general de los entornos urbanizados. Desde el punto de vista arquitectónico, los terceros lugares pueden considerarse elementos clave del tejido urbano que fomentan la interacción social y contribuyen a la creación de ciudades «a escala humana». Suelen caracterizarse por su accesibilidad, su carácter acogedor y su adaptabilidad a diversas actividades sociales.
Diseño de espacios que promuevan la interacción y fortalezcan el sentido de comunidad
El enfoque en la accesibilidad y la inclusión
Para crear espacios que fomenten la interacción y el sentido de comunidad, es fundamental diseñar entornos accesibles e inclusivos. Esto implica garantizar que las personas de todas las edades, capacidades y orígenes puedan utilizar y disfrutar de estos espacios. Por ejemplo, se pueden incorporar rampas y pasamanos para personas con movilidad reducida, señalización táctil para personas con discapacidades visuales y diferentes tipos de espacios para que los niños puedan jugar.
Se deben crear entornos que promuevan la interacción y el aprendizaje entre personas de diferentes edades y etapas de la vida, como áreas de juego para niños, espacios de trabajo colaborativo para adultos y zonas de descanso para personas mayores. Esto puede ayudar a fomentar el entendimiento y la solidaridad entre las generaciones, y fortalecer el tejido social de la comunidad.
Fomentar la interacción a través de la disposición y el diseño del espacio
El diseño de espacios debe favorecer la interacción y la comunicación entre las personas. Para ello, es importante tener en cuenta la disposición y el diseño del espacio, como la colocación de asientos y mesas, la iluminación y la acústica. La disposición de asientos en grupos y la utilización de mesas compartidas pueden facilitar la conversación y el intercambio de ideas. Además, la iluminación adecuada y la acústica equilibrada pueden mejorar la experiencia de los usuarios al permitirles comunicarse cómodamente en estos espacios.
Creación de programas y actividades para fomentar la participación comunitaria
Se debe involucrar a la comunidad en el proceso de diseño y toma de decisiones, permitiéndoles contribuir y dar forma al proyecto de acuerdo con sus necesidades y deseos. Esto puede lograrse a través de talleres, consultas públicas y colaboraciones con organizaciones locales y grupos de interés. Como vimos en el proyecto Superkilen.
Además del diseño físico del espacio, es importante planificar programas y actividades que fomenten la interacción y el sentido de comunidad. Por ejemplo, en una biblioteca, se pueden organizar clubes de lectura, talleres de escritura o charlas de autores locales. En un parque, se pueden llevar a cabo clases de ejercicio al aire libre, eventos culturales y actividades para niños. Estos programas y actividades pueden atraer a diferentes miembros de la comunidad y brindar oportunidades para establecer conexiones y relaciones.
Más allá del concepto
¿Y si hablamos del sector corporativo?
Entiendo que el sector corporativo per se, se encuentra por fuera de los terceros lugares. Pero, entendiendo como es la dinámica actual en el diseño de espacios corporativos, podemos llegar a pensar el layout de una oficina como un pequeño masterplan urbano donde los espacios de trabajos individuales se asemejan a los de una casa y se puedan transformar en los primeros lugares; mientras que los segundos lugares serían salas de reuniones formales y tradicionales. Esta forma de subdividir a los primeros y segundos lugares dentro de las oficinas dejan al resto de los espacios de interacción como propicios a ser terceros lugares.
En el contexto de la arquitectura corporativa, la integración de terceros lugares puede mejorar significativamente el bienestar y la productividad de las personas. Espacios como salas de descanso, cocinas comunes o espacios exteriores compartidos, diseñados pensando en la inclusión y la comodidad, pueden proporcionar un respiro muy necesario del estrés del entorno laboral. Ofrecen oportunidades para la interacción informal, la colaboración y la socialización, fomentando así el sentido de comunidad y promoviendo una cultura corporativa positiva.
¿Qué sucede en los entornos más domésticos?
En el ámbito de los entornos domésticos, la aplicación de la teoría del tercer lugar es especialmente pronunciada en el caso de los colivings. Los espacios compartidos, como las cocinas, las salas de estar, huertas y los jardines funcionan como terceros lugares. Ofrecen a los residentes la oportunidad de interactuar y formar conexiones significativas. Sirven como plataformas para que los residentes socialicen, colaboren y participen en actividades compartidas, mejorando así la calidad general de la vida doméstica y contribuyendo a la creación de un entorno de convivencia solidario. Actualmente existen diferentes proyectos de colivings, pero no debemos olvidar, y desde mi perspectiva tienen características similares, los centros para la tercera edad, los albergues estudiantiles, hostales, orfanatos, entre otros tipos de programas arquitectónicos donde sea necesario fomentar una comunidad sana y espacios de socialización que propicien el bienestar de las personas.
En el contexto de la arquitectura de vivienda social, los terceros lugares pueden desempeñar un papel crucial a la hora de fomentar el sentimiento de comunidad entre los residentes. Los espacios compartidos dentro de un complejo de viviendas sociales, como patios comunes, zonas de juego, centros comunitarios o incluso lavanderías compartidas, pueden servir como terceros lugares. Estos espacios pueden convertirse en centros de interacción social, donde los residentes pueden establecer relaciones y redes de apoyo, fomentando el sentido de comunidad.
¿Cuáles son los desafíos de los terceros lugares hoy?
Combatir el aislamiento social y la soledad: En una era caracterizada por el trabajo a distancia y la comunicación digital, los terceros lugares ofrecen un espacio para las interacciones sociales cara a cara. Pueden ayudar a combatir los sentimientos de aislamiento social y soledad proporcionando un espacio común donde la gente puede participar en interacciones casuales e informales.
Crear comunidad: Los terceros lugares fomentan el sentimiento de comunidad y pertenencia. Actúan como centros sociales donde las personas pueden conectarse, establecer relaciones y desarrollar un sentimiento de identidad compartida. Esto es especialmente importante en los entornos urbanos, donde las personas pueden sentirse anónimas o desconectadas.
Promover la inclusión social y la diversidad: Como destacan Yuen y Johnson, los terceros lugares deben esforzarse por ser espacios inclusivos y accesibles que acojan a diversos grupos de personas. Esto incluye garantizar la accesibilidad física para las personas con discapacidad, pero también crear un entorno libre de juicios sociales y exclusión. De este modo, los terceros lugares pueden promover la inclusión social y la diversidad.
Apoyo a la salud mental: Al proporcionar un espacio para la interacción social y la comunidad, los terceros lugares pueden favorecer la salud mental. Se sabe que las conexiones sociales y el sentido de comunidad son beneficiosos para el bienestar mental, ya que ayudan a reducir el estrés y aumentan la felicidad.
Crear oportunidades para el compromiso cívico: Los terceros lugares también pueden servir como lugares para eventos comunitarios, debates y compromiso cívico. Pueden proporcionar una plataforma para que las personas se comprometan con su comunidad local, participen en la toma de decisiones locales y contribuyan al tejido social de su barrio.
Conclusión
La potencia de la teoría del tercer lugar de Oldenburg radica en su versatilidad y aplicabilidad universal, trascendiendo los confines de la sociología para imprimir su influencia en el urbanismo y la arquitectura. Ofrece un modelo para crear espacios inclusivos, híbridos, atractivos y sociables que fomenten la interacción comunitaria y la cohesión social. De esta forma aumentan la habitabilidad y el atractivo de los entornos edificados y nuestras ciudades, mejorando el bienestar de los empleados en entornos corporativos y vigorizando los entornos domésticos de diferentes tipos.
En un mundo cada vez más caracterizado por la fragmentación social y el aislamiento, la integración de terceros lugares en nuestros paisajes urbanos, lugares de trabajo y hogares puede proporcionar espacios muy necesarios para la interacción, fomentando un sentido de comunidad y pertenencia. A medida que volvemos a imaginar nuestros espacios urbanos, la teoría de los terceros lugares nos sirve de guía para avanzar hacia un futuro más sociable, integrador y atractivo.
+Plus: Post pandemia
El impacto de la pandemia en los terceros lugares
La pandemia de COVID-19 ha tenido un impacto significativo en el papel y la función de los terceros lugares. Con las medidas de distanciamiento social y los cierres aplicados en todo el mundo, muchos terceros lugares como cafeterías, bibliotecas y espacios públicos se cerraron temporalmente o su capacidad se redujo considerablemente. Esto ha perturbado las interacciones sociales y el compromiso comunitario que suelen darse en estos espacios.
Importancia de los terceros lugares para la cohesión social
Desde una perspectiva sociológica, el cierre de terceros lugares ha puesto en manifiesto su importancia para fomentar la cohesión social y el bienestar mental. La falta de acceso a estos espacios ha aumentado la sensación de aislamiento y soledad de muchas personas, lo que subraya el papel crucial de los terceros lugares a la hora de facilitar las interacciones sociales y proporcionar un sentimiento de comunidad.
Con una perspectiva urbana, la pandemia ha impulsado un replanteamiento de los espacios públicos para dar cabida a medidas de distanciamiento social. Por ejemplo, muchas ciudades han ampliado los comedores al aire libre y las zonas peatonales para permitir interacciones sociales más seguras. Estos cambios propusieron flexibilidad y adaptabilidad en los espacios urbanos como respuesta a las circunstancias.
Dentro del punto de vista arquitectónico, la pandemia ha subrayado la necesidad de diseños flexibles y adaptables que puedan acomodarse a necesidades y circunstancias cambiantes. En entornos corporativos y de trabajo conjunto, esto podría implicar la creación de salas de descanso o salones más espaciosos que permitan el distanciamiento social sin perder la conexión entre los compañeros de trabajo. Abarcando la arquitectura residencial, así como hoteles u otros programas ya mencionados, esto puede implicar el diseño de espacios compartidos que permitan tanto la interacción social como la privacidad con la flexibilidad y la amplitud que se vio requerida durante la pandemia. En este caso, las diferentes infraestructuras han de desarrollarse para generar entornos sanos. Los conceptos en biofilia calzan a la perfección.
Replanteamiento de los espacios públicos en la era postpandemia
En el mundo pospandémico, los terceros lugares seguirán desempeñando un papel crucial en el fomento de las interacciones sociales y el compromiso comunitario. Sin embargo, el diseño y la gestión de estos espacios tendrán que adaptarse para garantizar que puedan proporcionar estos beneficios y, al mismo tiempo, salvaguardar la salud pública.
Los terceros lugares como bisagra entre el hogar y el trabajo
Con el aumento del trabajo a distancia, los límites entre el hogar y el trabajo se han difuminado para muchas personas. Los terceros lugares pueden ayudar a establecer una frontera más clara entre estos dos aspectos de la vida, proporcionando un espacio separado del trabajo y del hogar donde las personas puedan relajarse, socializar y dedicarse a sus aficiones.