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La arquitectura, la comida y la “cultura del apuro”

Escena de Friends: Joey, Chandler y Ross comiendo pizza de pie.
Escena de Friends: Joey, Chandler y Ross comiendo pizza de pie.

Una nueva nota vinculando la arquitectura y la comida. Se puede entender esta nota como una primera continuación a la entrada del cuaderno de la ciudad y la mesa. En la próxima entrada estaré relacionando a una cocina positivista con una cocina existencialista y como tomar lo mejor de ambos conceptos filosóficos de los cuales posiblemente me vaya por las ramas.

Me incluyo dentro de la sociedad del apuro. Y sí, no suelo almorzar por estar en el escritorio, por no sentirme acompañado, porque no quiero, o no sé, simplemente porque algo en mi cabeza me dice que no lo haga. Me suelen consultan al respecto y nunca puedo tener una respuesta clara. Pero, también he almorzado en la plaza con compañeros de trabajo, en la panadería con amigos o en algún restaurante de esos que suelen estar entre los 200 y 300 metros del lugar donde esté la construcción de turno que estemos desarrollando.

La arquitectura desempeña un papel esencial en la forma en como nos alimentamos, nuestros espacios se van adaptando según cambia nuestra cultura y la sociedad. En esta nota del cuaderno exploraré como la arquitectura ha influido y ha cambiado según ha evolucionado la forma en como nos alimentamos y, en como responden los espacios a nuestras necesidades actuales.

La arquitectura y la comida: Una relación en constante cambio.

La arquitectura ha sido una herramienta clave para facilitar la comida en los diferentes contextos culturales; desde las cocinas y comedores familiares hasta los espacios urbanos donde se hace uso de los locales de comida rápida. En la actualidad, la arquitectura de los restaurantes se ha adaptado para convertirse en lugares de encuentro social y entretenimiento. Estos cambios reflejan las necesidades cambiantes de los comensales que no siempre hacen uso de su gastronomía, pero sí de su infraestructura.

La “cultura del apuro” y la arquitectura.

La sociedad contemporánea vive dentro de una especie de cultura a la cual podríamos determinar como una “cultura del apuro”, donde la relación con la comida ha dejado de centrarse en la relación de la cocina con el comedor y ha pasado a enfocarse en la distancia entre el sillón o nuestros espacios de trabajo y nuestro restaurante favorito. La forma en como “solicitamos” la comida ha cambiado, antes la producíamos en nuestros hogares y ahora la solicitamos mediante una APP como Pedidos Ya o Rappi. Los instrumentos utilizados por esta “sociedad o cultura del apuro” se han trasladado a la calle por dónde va el delivery y la acera donde se encuentra el restaurante que sea de nuestra conveniencia.

El delivery

Cuando se trata de ordenar comida, la centralidad del lugar donde vivimos determina nuestras posibilidades de alimentarnos sin que tengamos que esperar más del tiempo necesario por nuestra comida en nuestra hora libre del trabajo.

La comida pasa a tener un carácter urbano, y no por ser considerada comida callejera, si no, por el hecho de el ratio óptimo de respuesta por parte de los restaurantes ubicados en las diferentes zonas de la ciudad. La trama urbana, más o menos eficiente, pasa a ser la clave para la entrega de la comida en nuestras manos. Independientemente de lo que ordenemos al restaurante, los instrumentos necesarios para la obtención de alimentos, y finalmente, el acto de comer, existen un carácter urbano en este tipo de cultura.

En algunos casos podemos ir a por la comida y consumirla en nuestro entorno doméstico, o de paseo en el parque más cercano donde encontremos un lugar para sentarnos y estar al resguardo del sol o del viento. En otros casos, el tipo de alimento determinará el instrumental básico necesario para consumirlo. El hecho de consumir nuestros alimentos en un parque va a limitar y determinar el tipo de alimento que podemos consumir y la herramienta que necesitaremos para su consumo. Posiblemente, si almorzamos en una plaza, como la “Plaza del Entrevero” En el Centro de Montevideo, optemos por una hamburguesa o un sándwich donde el alimento es autoportante y es la herramienta óptima para su consumo. Una pizza, por ejemplo, se dobla en forma de catenaria o parábola y es capaz de autosostenerse como las bóvedas de Gaudí hasta que cada triángulo llegue a nuestras bocas.

Enfoque clásico

En el otro extremo, cuando nos encontramos en entornos más clásicos, como en reuniones familiares, el instrumental utilizado varía. En estos casos, las habitaciones utilizadas para comer son un binomio entre la cocina y el comedor. Estos lugares son imprescindibles para llevar a cabo el ritual. La arquitectura, como instrumento, es necesario para contener la actividad, y los elementos móviles como la mesa, el plato, el tenedor y la cuchara son imprescindibles para efectuar el ritual.

Un desenlace

En la actualidad, la arquitectura sigue siendo una herramienta importante para nuestra alimentación, pero ha evolucionado para adaptarse a los nuevos contextos culturales y sociales. En las grandes ciudades, los restaurantes se han convertido en un elemento importante del paisaje urbano, y la arquitectura de estos ha evolucionado para adaptarse a las necesidades de sus clientes. Los restaurantes se han convertido en un lugar de encuentro social y de entretenimiento, y la arquitectura ha evolucionado para satisfacer estas necesidades.

Otro desenlace

Otro desenlace, y una respuesta ante esta “cultura del apuro” en la que solemos vivir entre semana, es tomar una postura más Zen y optar por un tipo de alimentación consciente. La alimentación consciente o «mindful eating» es un enfoque que implica prestar atención plena a las señales de hambre y saciedad, saborear cada bocado, reconocer y disfrutar de los sabores y texturas de los alimentos, y ser consciente del impacto de nuestra alimentación en nuestro bienestar físico y emocional.

Mindful eating

Si bien la idea de mindful eating está relacionada con nuestra postura frente a la comida y un espacio de reflexión personal, está claro que la arquitectura que nos rodea debe acompañar nuestra decisión de alimentarnos de forma consciente. Restaurantes de comida rápida, fríos y bulliciosos, clásicos de esta “cultura del apuro”, posiblemente no sean una buena opción para concentrarnos en el acto de comer. Sin embargo, espacios cálidos, con sonidos amigables y/o naturales, diferentes texturas que presenten características naturales posiblemente sean una excelente opción para realizar allí el acto de comer. Los espacios exteriores también pueden ser una buena opción.

Este tipo de alimentación nos presenta un respiro frente a esta cultura del apuro que nos estresa y agobia constantemente. De allí, es de suma importancia que la arquitectura presente características óptimas para permitirle a usuario de estos espacios una conexión consigo mismo, y una desconexión del entorno. Al tomar la vía pública como nuestro espacio gastronómico es necesario pensar en el diseño de las plazas como un lugar ameno, seguro, social y al resguardo de las inclemencias climáticas. En este aspecto, entiendo que las decisiones éticas que tomamos como arquitectos deben de acompañar las necesidades y las preocupaciones de los usuarios de los espacios que diseñamos. Necesidades y preocupaciones que generalmente son de conocimiento general pero que no siempre se manifiestan directamente por nuestros clientes. Es de entender que en muchos casos nuestros clientes no necesariamente son los usuarios de lo que diseñamos.

Referencias

Marshall, A. (2017). Sustainable food systems: The role of the city. London, UK: UCL Press.

Peters, R. (2017). Eating out: Social differentiation, consumption and pleasure. Cambridge, UK: Cambridge University Press.

Sennett, R. (2008). The craftsman. New Haven, CT: Yale University Press.

Como arquitecto me esfuerzo por impulsar una arquitectura innovadora y humana. Los conceptos que me rodean se basan en mejorar la calidad de vida de las personas independientemente del contexto donde se encuentren.

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