La ciudad y la mesa
«La mesa y la comida ocupan el centro, porque es la acción que mejor vincula la casa con la ciudad (…) la casa está arraigada en la ciudad a partir de la calle y a través del subsuelo, con tuberías diversas que la sirven. Comer en casa, precisamente para “hacer ciudad” (unas palabras que, a base de oírlas mal utilizadas, han terminado por aburrirnos)» (X. Monteys, E. Callís, A. Puigjaner. “Café, copa y puro”, sección Doméstica, Quaderns 256, p. 47)
Opening
Dos cenas, dos escenas y dos familias diferentes de la televisión norteamericana nos permiten especular acerca de la conexión, no siempre evidente, entre ciudad, casa y mesa. A pesar de que la comida dirige estos nexos de una manera aparentemente natural e intuitiva, dicha relación está lejos de ser inocua: distintos modos de hacer ciudad posibilitan distintos modos de comer. Análogamente, distintos modos de comer definen las diferentes maneras en que se producen las relaciones interpersonales alrededor de la mesa. Según dice Robin Evans, “las cosas ordinarias encierran los más profundos misterios” (Traducciones, 2005, p. 71). Nos guste o no, cada vez que comemos la ciudad se hace presente, de una u otra manera.
The Sopranos: Escena 1
North Caldwell, Nueva Jersey, EEUU. La familia como núcleo y la casa como su refugio. Dependencia del automóvil, en un contexto donde las distancias son largas y los equipamientos cercanos son supermercados, escuelas, centros comerciales, aeropuerto, vendedores de seguros y un campo de golf. Podríamos pensar -quizás equivocadamente- que el entorno no penetra en la casa más que como infraestructura, en forma de urbanización más que de ciudad. Infraestructura que permite mantener viva la idea de una incierta autosuficiencia del hogar, y que se materializa como un sistema de redes de conexión en múltiples capas.
Unas redes transportan bajo tierra las energías invisibles que nutren a la casa -gas, electricidad, agua- y permiten mantenerla viva; otras redes, pensadas como vías de conexión expeditas, con el automóvil como su principal flujo, movilizan personas y provisiones sobre la superficie. Porque estas calles no cuentan siquiera con aceras, y lo único que separa la calzada de un césped idílicamente podado es una fina hilera de adoquines de piedra a modo de solerilla, donde la señal de “no pisar” se da por entendida. Los servicios se concentran y las casas se dispersan. Más que la construcción de una ciudad, lo que hay es una urbanización de lo rural, la fabricación de un suburbio que no es ni campo ni ciudad, quizás sólo infraestructura.
The Big Bang Theory: Escena 1
Pasadena, California, EEUU. Una llamada telefónica conecta dos puntos dispersos, pero no tan alejados, de la ciudad. En un extremo de la línea, la escala es doméstica, el ambiente habitual de un piso como casi cualquier otro, en aquel barrio medianamente densificado. Al otro extremo, la llamada gatilla una orden que el chef designado acata, y una serie de eventos se concatenan al interior del restaurante para concluir en un plato ya preparado. Para los habitantes del piso, el restaurante funciona como una herramienta que brinda la posibilidad de confeccionar un plato de comida. Una herramienta que se mueve a escala urbana, desmembrando la unidad tradicional de cocina, comedor y sala de estar. Una vez preparada, la comida deja atrás el recinto del restaurante y viaja por múltiples calles dentro de su caja, adecuadamente diseñada, sobre una bicicleta que despacha una variedad de entregas.
Las escalas son múltiples y los instrumentos que soportan la acción también: bicicletas y cajas, teléfonos y cuchillos. La ciudad no es tan sólo una red de infraestructuras funcionales, sino que deviene en espacio de roce y de contacto, de ampliación de las ofertas y gestión de las demandas, un lugar de intercambio comercial. Al final del día, el delantal de cocinero se cuelga en una puerta que no está en la casa, sino en la ciudad.
The Sopranos: Escena 2
Aspen Drive 14, North Caldwell. Aun cuando podría parecerlo, la casa no es un objeto autosuficiente. La red de infraestructura, que proporciona las energías necesarias para el procesado de los alimentos, se complementa con una segunda red, de aprovisionamiento. Esta red va desde la casa a un supermercado con extensos estacionamientos, al que se viaja en busca de provisiones, idealmente una vez por semana. Si la ciudad queda reducida a un conjunto de redes y caminos, la casa aparece como el instrumento que gestiona los encuentros y da forma a las relaciones humanas, el espacio de una política domesticada, con el comedor como una de sus piezas más importantes.
En este caso, el comedor es un recinto definido, pero no completamente aislado, que se abre tanto al hall de acceso como a la cocina. Curiosamente estos son los espacios donde se hace patente la conexión de la casa con las redes que la sustentan, sean estas superficiales -la calle, que desemboca en el hall-, como subterráneas -gas y agua, que desembocan en la cocina-.
El comedor es la pieza que articula ambos ámbitos y permite gestionarlos adecuadamente. Funciona como una rótula precisa, alrededor de la cual giran personas y provisiones en un ritual inmutable. Como contraparte, la cocina deviene en el taller donde se prepara el rito, compartiendo por eso algo de su misma sacralidad. Una vez que el cocinero termina sus labores, cuelga su delantal y pasa directamente al comedor.
The Big Bang Theory: Escena 2

Avenida Los Robles 2311, piso 4, puerta B, Pasadena. Suena el timbre y el envío es entregado a la puerta, la acción se desenvuelve en el ámbito doméstico. Un gran recinto contiene el salón, comedor, cocina y espacios de trabajo, por lo tanto, las herramientas están siempre disponibles y a la mano. Redes de aprovisionamiento e infraestructuras confluyen en el mismo espacio. El apartamento es una herramienta compacta, de relativamente fácil manejo y mantención. El centro lo ocupa una alfombra que contiene sofás y mesa central. A pesar de la gran cantidad de metros lineales de muebles empotrados en la cocina, estos no entran en escena: todo ocurre sobre la mesa del salón.
El ‘comedor’ es un espacio virtual, delimitado por las costuras de la alfombra, donde se apoyan sutilmente los contenedores de la comida que acaba de llegar. Si la ciudad es una red de herramientas disponibles, en el apartamento están todas a mano. La reunión, en la ciudad, conecta elementos más cercanos entre sí, la estructura del espacio y la ciudad no condiciona, sino que permite diferentes formas de realizar las actividades que hacen de una construcción un espacio doméstico. Todo está a la mano, sin embargo, sería posible especular una realidad paralela donde los integrantes de la Puerta B no sientan la necesidad de salir, siquiera, de su residencia.
The Sopranos: Escena 3
Al centro del comedor suburbano, la mesa es el altar que congrega a la familia, pero no de cualquier manera: la espalda debe estar erguida, las manos sobre la cubierta, los codos afuera. La condición exenta de la mesa acentúa también su sacralidad, al mostrarse en su totalidad, como un objeto contundente y autónomo. La mesa esconde también lo que ocurre debajo, pues en tanto que altar tiene también algo de escenario, donde el rito no solo se presenta, sino que se re-presenta. Y como en todo escenario, hay un trasfondo, una cocina que aparece sobre la mesa en la forma de producto terminado, cuidadosamente dispuesto sobre fuentes y platos.
En tanto que fábrica, la cocina queda fuera del campo visual, desconectada del comedor por un par de puertas correderas, que acentúan la condición escenográfica de la cena. Sobre la mesa no vemos sólo la comida, sino también una serie de herramientas que conforman la última escala de aproximación a ella, el clímax hacia el cual todo confluye.
Al sostener el plato, la mesa libera ambas manos para la manipulación de la comida, entre otras cosas. Al sostener el cuerpo, las sillas permiten liberar la vista y centrarla en los contertulios, mirarse a los ojos con confianza o con sospecha, para confesar un delito o ejecutar una sentencia.
The Big Bang Theory: Escena 3
Los cartuchos de comida, recién despachados, se abren en el living, de forma desordenada, pero organizada. Los contenedores, individuales, reposan sobre la mesa de la sala de estar. No hay sillas, los comensales se sientan en el sofá e incluso en el piso, dentro del espacio que delimita la alfombra. Las comodidades físicas mutan para beneficio de una atmósfera distendida, dominada por otro tipo de formalismos. Los torsos no están del todo erguidos y la mesa deja ver sus intestinos.
No hay espacio para el secreto, el acto mismo deviene en rito, sin la aparente necesidad de una escenografía, de un espacio que tras la cámara permita esconder envases de plástico y cartón. La comida se presenta, no se representa. La actividad alrededor se va adaptando, mientras se sostiene la caja de comida tailandesa con una mano y los palillos con la otra.
Cuando la comida se transforma en su propio soporte se pierde libertad de movimiento, pero se gana en cercanía, y las manos generan una conexión íntima, casi hedonista, con el alimento que se lleva a la boca. A veces es necesario dejar de lado la comida, posarla sobre la mesa o cederla momentáneamente al vecino, para gesticular ciertas acciones. Contar una historia, en esta reunión, implica detener una actividad para comenzar otra.
Los cartuchos de comida, recién despachados, se abren en el living, de forma desordenada, pero organizada. Los contenedores, individuales, reposan sobre la mesa de la sala de estar. No hay sillas, los comensales se sientan en el sofá e incluso en el piso, dentro del espacio que delimita la alfombra. Las comodidades físicas mutan para beneficio de una atmósfera distendida, dominada por otro tipo de formalismos. Los torsos no están del todo erguidos y la mesa deja ver sus intestinos.
No hay espacio para el secreto, el acto mismo deviene en rito, sin la aparente necesidad de una escenografía, de un espacio que tras la cámara permita esconder envases de plástico y cartón. La comida se presenta, no se representa. La actividad alrededor se va adaptando, mientras se sostiene la caja de comida tailandesa con una mano y los palillos con la otra.
Cuando la comida se transforma en su propio soporte se pierde libertad de movimiento, pero se gana en cercanía, y las manos generan una conexión íntima, casi hedonista, con el alimento que se lleva a la boca. A veces es necesario dejar de lado la comida, posarla sobre la mesa o cederla momentáneamente al vecino, para gesticular ciertas acciones. Contar una historia, en esta reunión, implica detener una actividad para comenzar otra.
Finale
La comida demanda el cuidado y la atención de todas las escalas. Finalmente resulta que algo tan aparentemente inofensivo como llevarse un bocado a la boca está lejos de ser una acción inocente. Lo que comemos determina las formas de los objetos, los muebles, la casa y la ciudad que nos rodea. Quizás no sea casualidad que el primer capítulo de The Big Bang Theory haya salido al aire el mismo año que el último capítulo de The Sopranos, como si fuesen dos maneras de entender la comida, la casa, la familia, e incluso la ciudad, llamadas inevitablemente a sucederse en el tiempo; aunque una mirada más atenta puede revelar que, en realidad, lo que une ambas escenas es más fuerte que aquello que las separa.